Una tarde con una brisa inolvidable, de esas que no se ven en Cúcuta tan seguido, Camilo Peñaranda Pabón, uno de los docentes con mayor trayectoria en la Universidad Libre, contó como la suerte, el destino o lo que muchos llaman casualidad, terminó forjando su proyecto de vida, permitiéndole llegar a nuestra ciudad y poco tiempo después, en 1986, se convirtiera en docente verdaderamente Unilibrista.
Su historia
En aquella época cuando la educación era fortuna de unos pocos y el privilegio para estudiar dependía de la decisión de los padres y de la posición que se ocupara entre los hermanos, Camilo, quien era el tercero de los hijos debía esperar su turno para lograrlo.
Recuerda que cuando tenía 7 años de edad y su familia vivía en el campo, el esposo de su tía Clementina llegó a preguntarle a su papá que cuál de sus hijos escogería para poner a estudiar, pues él, era un señor que contaba con buenos recursos económicos y le brindaría la posibilidad a uno de ellos de ir a la escuela.
El seleccionado efectivamente fue el hijo mayor, quien luego de vivir y conocer el fuerte temperamento y estricta disciplina de su tía, no aguantó y se devolvió donde sus padres; ante esta negativa el turno fue para el segundo de los hermanos.
Para el padre de Camilo, alguno de sus dos hijos tenía que estudiar. Viajaron a Cúcuta y en el colegio Caldas, llamado así en ese entonces, el profesor evaluándolos le pidió a su hermano mayor que pasara al tablero, él no quiso; sin embargo, Camilo al ver que su hermano se negó, vio la oportunidad de demostrar lo que medio sabía, tomó la tiza, pasó al frente y escribió en el pizarrón unas palabras y sumas simples.
La iniciativa y motivación de aprender, fue la que le permitió al tercero de los hijos de esta familia, estudiar, lo cual significaba para Camilo que aparte de conocer las matemáticas, español y otras materias, conocería el genio de su tía Clementina, bajo la cual ahora estaría su crianza.
Tiempo después, en Bochalema fue internado en un seminario del cual salió por que un tío intercedió por él para que no siguiera los caminos religiosos de los curas de esa época; en ese vaivén, terminó viviendo su pubertad con Elmira, otra tía mucho más estricta de la que aprendió que con disciplina y responsabilidad podía ser el mejor de su clase.
De vuelta a casa
Como a todos en algún momento de nuestras vidas, la rebeldía toca la puerta acompañada de esas ganas incontrolables de conocer el mundo, y eso fue lo que le pasó a Camilo, quien bajo la influencia comercial de los venezolanos que visitaban nuestra región en aquel tiempo, lo confundían entre estudiar o trabajar.
Así pues, la independencia económica llegó a un joven quien no abandonó sus estudios, simplemente los pausó para hacerse cargo de algunas labores de la familia. En ese momento disfrutó de buenos fines de semana, donde compartía con sus viejas amistades, hermanos, a la vez que respondía con el negocio familiar.
Sin embargo, un momento fue clave para que su vida retomara el rumbo que el destino tenía previsto para él. En un viaje a Cúcuta se encontró con un amigo del colegio con el que competía por ser el mejor; en esa fugaz conversación una solo pregunta cambió todo: ¿qué está haciendo?, la respuesta de su amigo lo dejó pensativo al conocer que estaba próximo a graduarse de Ingeniero Agrónomo y otro de sus compañeros ya era médico; estas simples respuestas lo motivaron a preguntarse qué futuro tendría si retomara sus estudios.
Encaminado
Seguro de lo que quería y confiando en sus capacidades, superó varios obstáculos de su vida para formarse como profesional, alistó su equipaje y emprendió camino hacía Bogotá, una ciudad de retos que lo convirtió en abogado; así como en su niñez necesitaba una familia que lo acogiera, fue la Universidad Libre, quien adoptó a este hijo en la capital.
Este Sardinatense haciendo énfasis en su credo: “Nada más bonito que la gente sea agradecida” volvió a Cúcuta a ejercer su profesión, y es en nuestra institución donde por más de 32 años ha entregado con total vocación su conocimiento, dedicación y corazón a formar jóvenes que como él, saben la importancia que tiene la educación en nuestro país.
Su legado
“Prácticamente es mi historia, que aprovechen cada oportunidad que les brinda la vida para crecer como personas. Para mí, es fundamental que los estudiantes se formen con valores como la ética, honradez y disciplina, pues mi propósito diario es reflejar esas cualidades para ser ejemplo de quienes pasan por mi clase de Derecho Civil y Obligaciones. Mi legado es el mismo que les digo a mis estudiantes, que amen la Universidad, que la amen eternamente” Camilo Peñaranda.
Franklin González Burgos